miércoles, 19 de agosto de 2009

Noviembre no

¿Acaso este dolor de noviembre persistirá?¿acaso no encontraré la manera de olvidar lo que pienso si ya ha pasado antes?. Cuántas cosas hice y pensé en hacer en tan poco tiempo, que ahora tendrán que esconderse en el mismo refugio al que tiene que marcharse mi corazón para que no muera y se transforme en un monstruo horrible. Actuar pese a las advertencias de inestabilidad conocidas y mal interpretadas. Actuar sin actuar, pensar a medias, sentir enteramente y confundir pensamientos con sentimientos. Enamorarse no es un pensamiento, es una acción junto a unos sentimientos, pero es la más extraña de las acciones pues técnicamente no se hace nada. Es sentir y pensar en términos equivocados, con direcciones contrapuestas, sí, y también están presentes las apuestas. Se apuesta a actuar y después pensar, a besar y después hablar, pero qué beso y qué vocablo pronunciado, qué acto y qué pensamiento. Ah sí, como una bola de nieve… pero no conozco más que la imagen creada acá donde no hay nieve. Es algo que empieza pequeño, pero cuyo poder total ya está establecido desde el principio, crecer y crecer a medida que aumenta la velocidad, y la distancia, como un imán al que todo se le pega y que le da más fuerza, cayendo, siempre cayendo hacia el pie de la montaña, supongo, porque en las tierras planas, ni modo, nada rueda. Hasta explotar al estrellarse contra el mundo por el que ha ido rodando. Esa es mi imagen de noviembre. Y pese a la bola de nieve que se autodestruye, ahí queda la montaña, ahí queda el resto de nieve, ahí quedan los principios del movimiento, ahí queda noviembre inamovible, de la memoria y de cada año. El próximo noviembre entonces quizá no tenga nada de especial. Quizá no haya entonces un adjetivo para nombrarlo así como había pensado nombrar al que acaba de pasar: espectacular, increíble, hermoso, delicado, sutil, inútil, extremo, hay muchos. Digamos de éste que fue inolvidable, pese a las bolas de nieve de su imaginación y de la mía. Hablo acá como si no hubiese personas involucradas. La primera persona y la segunda y también la tercera. Si hablo a la segunda le digo que aún no entiendo, que perdí las posibilidades de entender. Si hablo a la tercera entonces le pregunto por las razones para quererme sin quererme. La primera persona dice que entonces mejor que no me quiera. Hay que sacar este aire del pecho, así sea a punta de suspiros, pero habrá que preguntar quién lo llenó de aire, al menos para que queden claras las responsabilidades. No es una cuestión de culpables ni de una catástrofe material. Pero de ahí a que no afecte las motivaciones hay un gran paso. Conflicto de motivos, lo que sube como palma y baja como coco. Afuera hay más personas, quizá cuartas y quintas, pero la primera sólo quiere a la segunda. Ajá, he acá un punto importante ¿cómo es ese querer?.

Preguntas

Ahora, habiendo ocurrido lo que ocurrió me ha dado por hacerme preguntas, por ejemplo ¿cuando te busco, qué busco?, y sigo a la actitud interrogatoria detrás de otras definiciones como ¿qué es buscar? o qué significa la búsqueda ahora que tú existes y del modo como existes. Si acaso esta palabra adquirió un nuevo significado desde que tú la tocaste, como si hubiera empezado a ser dominada por una magia desconocida por ti y por mí, entonces qué me espera con las otras preguntas que están construidas con palabras que tú también tocaste, e inclusive pronunciaste. ¿Cuando te encuentro, qué encuentro? Son ciertas las palabras de la carta mágica, que se suponía era una carta como esa de los marinos que descubrían nuevos mundos que cambiaban el orden del universo y desterraban a los monstruos a los más profundos espacios de la imaginación, o son apenas una sublimación de las expectativas del hombre sin sentido que esperaba encontrarlo viendo en los ojos dulces de su compañera. ¿Cuando te veo, qué veo? Veo sin duda lo que quiero ver y esto en muchos sentidos. La vida cotidiana no nos permite ver lo que la vida no cotidiana nos reserva y que caminamos detrás de preguntas que son inválidas, o que no saben andar o que vienen de regreso muertas-de-susto por el contenido de sus respuestas o tristes por su ausencia, ¿acaso no sabe la vida cotidiana que hay otras vidas que quieren vivir? ¿Cuando te hablo, qué hablo? Qué digo? Estas palabras orientadas hacia ti por mi culpa parecen desorientadas en sí mismas. No mires mis palabras, fíjate que hacemos cosas extrañas cuando las vemos, como besarlas con los ojos. Cuántos temas pueden existir entre dos personas desconocidas y cuántos más entre dos personas que quieren conocerse. No hay una agenda precisa, no hay un límite en la noche que no pueda romperse o desestructurarse. Podemos no dormir, no hay cansancio que aliviar cuando tus palabras se han vuelto todo el alivio que necesito y cuando tus oídos están ahí prestos para escuchar mis historias del futuro en el que seremos más felices que ahora aun cuando no haya la más mínima premisa para que eso suceda. El carácter terapéutico de tus palabras que no se parecen a las palabras de nadie más, que parece que fueran pronunciadas por primera vez, que parece que cobraran vida de un momento a otro y para siempre con tu voz, me llevan a escucharte,¿Cuando te escucho, qué escucho? Podría dormir pero cada una de tus palabras trae un poco de antisueño. No te lo he dicho pero cada vez que hablamos o que escucho tu voz por alguna razón no me es fácil dormir. Es como si ellas quedaran encerradas en mis oídos y fueran cayendo lentamente hasta el fondo de mi alma. Este como si es desastroso.

Cuando te busco, busco esas palabras que crean el futuro que merece la pena vivirse. Son palabras que atemorizan también, porque son como truenos y no sé ni cómo ni hasta cuando estarán en tu boca o si volverán a estar. Tú tampoco lo sabes. No hay buenas razones para que vuelvan a estar. Eso es lo que no quiero encontrar cuando te encuentro, una ausencia, por eso ya no te busco como antes, pero que no te busque no quiere decir nada. Mis sentimientos hacia ti no están mediados por mi búsqueda. Esto es un avance porque a veces buscar es perseguir y no querer. Pero yo si te quiero y por eso me hago preguntas para saber que cuando te encuentre voy a encontrar lo que por años anduve buscando sin saber siquiera que estaba buscándote, he ahí que el universo no tiene muchas opciones aunque se reconstruya en cada encuentro de mundos. Eso es lo que encuentro cuando te encuentro, un nuevo universo, en el que puedo verte como si tú fueras la luz. Pero no vemos la luz, si no su fuente, y esto no muy a menudo sino que vemos el mundo iluminado. Cuando te veo, veo el mundo iluminado y confirmo que el color del día es el color de mi alma. Y eso que no te he dicho que he construido mi casa con tu luz. Y que si vinieras bailando a decirme al oído que ya no puedes quererme como yo quisiera entonces tengo que decirte, sabiendo ahora sí lo que hablo cuando te hablo, que escucho, cuando te escucho, el ritmo de tu voz y la melodía del universo que has creado sin que eso signifique que mi casa de luz se destruya o que se cierren sus puertas para ti.

Nov 11-08

Poder repetir sinceramente aquellos versos de Neruda que dicen: “los años de mi vida, yo los caminé buscándote”, es a mi parecer una experiencia gratificante. Pero no sólo eso, sino que dice mucho más con tan sólo fijarse un poco. Por ejemplo, ¿cuáles son los años de mi vida? Propiamente no somos propietarios de los años que vivimos, ni son nuestros años en el sentido que a veces usamos cuando decimos, “este sí es mi año” o “este sí fue mi año”. “Los años de mi vida” remiten al tiempo que hemos pasado buscando, desde siempre, desde pequeños hemos estado buscando y al fin encontramos, es a la vez el sentido y la realización de esa vida lo que encontramos. Esa búsqueda originaria, que da sentido a la vida cuando termina en el encuentro, es la que define propiamente el sentido de caminar y de vivir.
La vida es el camino de búsqueda profunda y acumulada en años, expuestos en el yo que camina, que busca, que vive. Pero lo anterior sólo evidencia un carácter del enamorarse. Este proceso, esta técnica, este dolor, este placer, este metódico artilugio de placer requiere ser construido, paso a paso, día a día, como se hace el camino, buscando allí y buscando allá, sin desesperar, sin creer que la vida no tiene sentido. Es que la mitad del sentido está en la búsqueda y la otra en lo buscado. Pero buscar es caminar, es vivir, y uno no vive si no va con sus manos construyendo, haciendo de las cosas y de las personas parte de esa vida que merece vivirse por años.
Vivir años en la búsqueda muestra que somos incompletos, que necesitamos más de lo que tenemos. ¿Y bueno, en últimas, qué es lo que tenemos? Tenemos años de búsqueda cuyo sentido sólo aparece completamente el día que se termina, el día del encuentro, el día en el que la frase recoge todos los sentimientos de quien busca y solamente dice que todo lo que anduve buscando, todo lo que me movió durante tanto tiempo (los años de mi vida), eso está representado en ti. Y entonces todas las expectativas de una vida de búsqueda y de una vida de caminos se cifran en ti. Y ese ti se vuelve tan profundo que sabe por sí mismo lo que representa y la atadura que no ata pero que no libera, que es el hecho de saberse el sentido de una vida y el objeto de tantos caminos de búsqueda.
Escogí ese pequeño verso para saber sí puede ser cierto y entonces está en tus manos que esas palabras tengan sentido. Puede que los anteriores y éste no hayan sido mis años, pero mis años si son tuyos ahora, porque yo venía buscándote, en cada esquina, en esos lugares que no son esquinas, entre quienes compran flores y entre quienes no compran, para que le dieras sentido a mi búsqueda. Todo lo que he vivido, que puede ser un breve resumen de mi vida, tiene sentido ahora que puedo tener todo el tiempo para contártelo, antes era simplemente un montón de recuerdos, que seguramente se perderían en mi memoria, así como se pierden los recuerdos de aquellos que pasan la vida buscando a otras y a otros y nunca los encuentran. De hecho, pierden la memoria porque no encuentran nunca para quien recordar. Yo recuerdo ahora cualquier cosa de mi pasado y de mi futuro y te las cuento con la leve esperanza de que tú les hayas dado el sentido que no tenían.
Considera que está mi infancia llena de hechos sin conexión, sin sentido alguno, tan aparentemente espontáneos, pero que llegas tú y entonces tiene sentido aquél día en el que aprendí a escribir o en el que supe que las flores no tenían por qué ser arrancadas si no existiera alguien para quien el hecho de arrancarlas de la planta y de llevarlas ante sus ojos tuviera sentido y le alegrara. Y hace poco creía que hablar debía tener más sentido que el mero hecho de permitir comunicarnos para cuestiones que podrían responderse o resolverse sin necesidad de hablar. Pero qué camino de búsqueda se puede resolver sin preguntar y sin responder. ¿Dónde está tu corazón? podría preguntar un incauto, e incautamente podría darse cuenta que esa respuesta no está en ninguna parte. Que tu corazón es un camino por el que voy preguntando, todos los años de mi vida y por el que voy dando respuestas, es la razón por la que nadie puede apoderarse de tu corazón, pues quién se apodera de un camino del que no se sabe de dónde viene ni a dónde va ni las razones por las que está ahí para ir a través de él preguntando, buscando, viviendo.
Y mi futuro se puede ir tranquilamente a vivir a tu corazón, de a poco, según lo vaya recordando, según como se le permita orientarse al entrar a tu casa, esas palabras que dan sentido a otras palabras, las mías. Mis años, no son más que palabras que puedo repetir y cuyo sentido no aparece hasta que tú les permites decir algo. El día que aprendí a dar abrazos, por ejemplo, no fue un día cualquiera, tú ya estabas presente. El día que aprendí que enamorarse no es algo espontáneo sino que requiere muchas palabras con sentido, también estabas presente. Y de qué tipo de presencia hablo cuando hablo de la tuya; pues del sentido que ahora das a una vida que apenas venía al encuentro de la tuya, sin saber apenas si te encontraría. Es la búsqueda más extraña de todas. Buscar en los caminos, como quien busca algo que nunca se ha perdido, es un hacer, un construir una sola cosa para ti. Enamorarse no es nada fácil. La experiencia de llenarse de motivos para hablar y actuar no es algo que se aprenda con tan sólo decir que se está enamorado y buscar como han actuado otros que se han enamorado antes que nosotros o inclusive los que se enamorarán después que nosotros. Enamorarse no es como amar, amar es saber que no se busca nada, que no se construye nada, sino que todo ya está ahí, encontrado y perfecto, sin necesidad del camino ni de caminar, ni de los años, ni del sentido. Apenas se siente. Y yo siento y es probable que sepa cómo amar. Pero si me preguntas que si sé como enamorarme de alguien, o si sé enamorarme de ti, tendrás como respuestas un par de nos.
Entonces, para que eso no pase, me pregunto si sabría enamorarme de ti y qué caso tendría, si los años de mi vida te he estado buscando, si vienes a darle sentido a mi vida y de paso a mis preguntas. Y ahora que estás presente y me pregunto si tendría razones para enamorarme de ti, entonces el camino de tu corazón me avisa que el amor no gusta mucho de razones y que enamorarse no es una conclusión a una serie de premisas, si no que es sobre todo poder decir, aun cuando las razones no sean claras: los años de mi vida, yo los caminé buscándote.