lunes, 16 de noviembre de 2009

Nov 21

Las cosas que sé de ti y las que no sé participan de un cóctel exquisito. Sé, por ejemplo, que bailas, pero no sé cómo bailas ni por qué bailas, ni para quien… Se tu primer nombre, pero no sé si tienes otro, si lo usas, si te gusta, no sé si te llamas Sandra Luna, o Sandra Estrella, o Sandra ternura, que seguro lo eres. Apenas sé una parte de tu historia y eso está bien… pienso que si te conociera mucho, no podría por ejemplo preguntarte la historia de tus manos, ni la historia de tu ombligo. Qué interesante resulta saber de tu ombligo, de donde vino por ejemplo y porque se sitúo donde se sitúo, por qué no se fue, por qué permanece, qué opina de ti y qué opina de mí. Saber la historia de tus labios no es saber a quién han besado antes o a quien besarán después, sino saber cómo besan, besarte.

Saber dónde vives es apenas tan interesante como saber de tu relación con la madrugada y el aroma de flores que sin serlo se hacen llamar agapantos. Saber cómo caminas resulta fundamental para entender por qué no has hallado el camino a mi corazón. Recordar la forma de tu boca me ayuda a saber qué ha sido de tu silencio en los últimos días, hasta dónde alcanzará semejante disidencia, y si seré o no capaz de enfrentar la osadía de la tarde.

No hubo entre nosotros

No hubo entre nosotros un último beso, así como lo hubo entre quien partía para la guerra y su amada, porque yo no partía para la guerra y tú tampoco eras mi amada. A menos que llame guerra a vivir sin tu mirada. No hubo entre nosotros un último beso, y quizá no hubo uno primero. Quizá lo soñé todo. Pese a no dormir aquella noche para no pensar que fue parte de un sueño. Ah, dulce e ingrata tentación pensar que todo fue un sueño, y que soy más que un esquizofrénico. No hubo entre nosotros un último beso, quien pudiera escapar a la mano de la realidad, cuando te miro ya no veo lo que vi en ti antes del último beso.

12-8-8

Este es mi tiempo para quererte, el tiempo en el que sol pega suavemente sobre la ciudad, como si tan sólo quisiera iluminar. ¡Iluminar! ¡Por favor! Este es mi tiempo para quererte, de modo que ya no es mi tiempo sino el tiempo de otra. Tiempo de otra oportunidad quizá. Qué tipo de oportunidad es este tiempo, una oportunidad perdida, una pérdida de tiempo, un tiempo fugado en el crepúsculo. Y es que el sol ilumina pero permite el frío. Y entonces el viento hace de las suyas. Y pensar que es cierto lo dicho: la poesía hace de las suyas con el universo para recrearse una y otra vez.
Qué decir acerca de la injusticia universal?. Y no hablo de los hombres injustos alrededor del universo conocido que la profesan y la practican. Hablo del universo injusto. Puede resultar toda una locura, pero qué más podemos decir del modo en que el universo se porta respecto a los universícolas. Este tipo de injusticia, es la única contra la que no se puede luchar decididamente, es irracional. Parece la base de todas las demás injusticias. Que injusto es que no puedas quererme. Yo no diría nada si no me quisieras, pero es que no es eso. Es que no puedes. Y ese -no puedes-, que dices, parece tan profundo que correspondiera con una tarea que el universo ha asignado desde su origen a tu existencia. Y es tan real que no basta con pensar que no es cierto.
Entristezco en las tardes. Tan repentinamente como el sol se fuga entre el occidente y ocurre la inversa también, oscurece tan pronto como entristezco, no importa la hora. Ya te imaginarás que sostiene la noche, estas noches, de los últimos días, la herencia novembrina.

Nov 21

[...]ahora que no te conozco, ahora que apenas sé un par de cosas sobre tu vida y tu mundo, ahora que me gustas como te conozco me alertas diciendo que tal vez haya cosas que no me gusten. Pienso y repienso y voy de aquí hasta allá preguntando si acaso puede ser tan grande lo que siento que no me deja ver nada de tu vida y que sólo veo lo que quiero ver. ¿Pero de qué puedo sentir temor? Acaso de perderte… acaso de no volver a verte… acaso de saber más de ti.

Trato de recordar lo que pensó el primer hombre que vio la luna o las estrellas y que hace parte del alma de todos los hombres, o inclusive lo que hizo el primer hombre que se dio cuenta que no podía escapar de la noche. Trato de recordar lo que pensé yo el día que descubrí el cielo y las estrellas y las nubes y la luna, y no recuerdo haber temido. Y no siento que lo que desconozco de ti sea tan grave como los monstruos que se ocultaban en la noche a los que desde siempre les temía.

No creo que haya algo tan terrible en tu persona que me haga ya no quererte como te quiero y si lo hubiera después seguramente yo tendría algo que ver. Mi único temor frente a ti desde que empecé a pensarte como si de veras pudiera acercarte con mi pensamiento era que yo no tuviera un espacio importante en tu corazón. Ahora pienso que sí lo puedo tener. Y me aferro a este pensamiento así como me aferro a tus palabras que resuenan una y otra vez diciendo que me quieres, que no besas a cualquiera aunque yo sea de cierto modo alguien a quien tampoco conoces completamente.

Propuesta en varios pasos


Paso 1

Reconocer el aire envenenado y la desventaja respecto a los no enamorados. Hablar de libertad sin poseerla, hablar de ti. Hablar de ausencia y remembranza. Juntar unas palabras para decir algo convincente. Convencer a mi alma inconvencible de su desventaja y del peligro de respirar ese tipo de ideas etéreas, llenas más de nada y vacío que de cualquier otra cosa. Los fantasmas que acompañan siempre y se hacen profetas de cosas que nunca pasarán, hablan ahora de ti y de tu regreso con una bandera del color de la mañana, para anunciar los tiempos verdaderos, los tiempos valiosos. Discutir con fantasmas es toda la utopía de los que no tienen palabras, hablando de métodos, con seres que no escuchan, que no son sensibles al sonido. Nunca pensé en tu ausencia y por eso tal vez no pude preparar nada para ella, más que algunas palabras rápidas que hablaron de libertad en una tierra en la que la libertad se parecía a la música. Lo mismo ha pasado con tu recuerdo. Es apenas tan breve y tan corto el tiempo que apenas encontraré la manera de decir que sucedió sin poner detalles. Y ahora la verdad me habla también y me confirma que no mentías cuando creí que podías mentir, y que no mentiste pudiendo y que por lo tanto no me mentí con lo que sentía.

Paso 2
En todo caso las mariposas revolotearon y revolotean indefinidamente, pero no son eternas, no viven del aire, no se alimentan de la horrible ausencia. En este momento y tal vez para siempre si mi propuesta no surte efecto estas palabras tendrán más pasado que presente, más dolor que historia, más silencio que luz. Ya sabes lo que es la luz.

Paso 3
Siento que siempre me faltó mirarte más, verte los ojos dulces y tu mirada fuerte, y saber si tus labios tenían alguna dirección a la que yo pudiera llegar o si tenían algo que no se hallara en su sabor y las palabras que lentas y suaves se escapaban de ellos. Cierto es que las palabras construyen y destruyen. Cierto es que las caricias varían en su peso y gracia y que faltan. Lo digo en presente porque para este momento nada se ha perdido. La mayoría de las cosas siguen intactas, digo, de este lado de la frontera pese a la oscuridad,

Paso 4

Ahora que has vuelto y que traes una palabra en tus manos ya no se requiere entender las razones del pasado. En este momento no quiero saber porque el “no” de ayer. Sólo me interesa el sí de este presente y el sí del futuro. Alguna vez las palabras fueron espíritus y los aprendimos a encapsular en grafías que ahora no entendemos porque cada espíritu tenía una vida propia y ahora cada voz tiene una vida propia. No sé si conoces este clima extraño, pero me gusta que estés de nuevo aquí. Saber que las palabras que escribí no fueron una pérdida de tiempo sino que el tiempo fue a buscarte y las palabras perdidas también fueron a buscarte hasta que te encontraron para traerte, para convencerte, para sacar del fondo de tu alma de colores las cosas que te impedían venir a visitarme. Mi propuesta empieza invocando la ruta que tracé con la carta para leer a media noche, porque esa carta no decía más que bienvenida

Sobre esperanzas y pendientes

Prometí no hacerme esperanzas por tu bien y por mi bien, pero quién es capaz de evitarlas, si vienen de todas partes como la luz o como la oscuridad, como queramos verlas. Nada más está uno ahí en su casa, esperando que caiga la tarde y ellas caen con la tarde y entonces se llena uno de esperanzas y ya no sabemos cómo librarnos de ellas. Entonces hay que pensar en las esperanzas como en gotas de lluvia, y en sombrillas contra esperanzas o en ropas impermeables. Pero el algodón y los sintéticos se resisten a no tener dentro de sí un significado más allá de su utilidad. Sólo la esperanza se los brinda. Sólo el hombre puede soñar en un mundo sin esperanza. Cuando muchos dicen que no hay esperanza están haciendo hablar a la esperanza mayor, la esperanza de volver a tener esperanzas. ¿Qué espera un hombre con esperanza? Yo espero ser un pendiente en tu lista de pendientes. No es una esperanza simple, no es como la esperanza de volver a casa de quienes van a un viaje del que nunca van a regresar, porque puede que ya no estés. No es como guardar un pendiente en una caja junto a otro con la idea de tener una conversación en función de las joyas. Quiero estar pendiente en tu día, así como está pendiente respirar después del anterior respiro. Esta voluntad de pendiente es también de-pendiente. Necesita aire así como muchas otras cosas en el universo lo necesitan y ese aire es el aire pendiente.

Esta historia tiene muchos pendientes, toda está pendiente, sólo se han escrito un par de palabras y aun así fueron puestas sobre un texto estéril. Si éstas palabras y las otras no nos preocuparan, no te alertaran sobre mis sentimientos, de qué sirven propiamente semejante gasto de tiempo, semejante gasto de sentimiento. ¿De qué materia se han hecho las horas que hemos perdido olvidándonos? ¿De qué materia se hicieron el primer y el último beso entre nosotros? Pero más allá de la materia está la forma y en la forma tus intenciones. ¿Qué intenciones tenías esas noches? ¿Cuál era tu búsqueda y en qué estaban tus esperanzas? Crear esperanzas no era tu intención, pero tal vez si tu función, una que desconocías. No sabías que estabas pendiente para mí, no sabías tampoco de mis esperanzas y es probable que apenas conocieras que yo tenía sentimientos. Esta es una especie de reafirmación de que intenté no hacerme esperanzas y solucionar todos mis asuntos pendientes contigo. Sólo que tales pendientes fueron entonces definitorios para la vida de quien escribe. Así como respirar, saber de ti fue mi pendiente más urgente.

Pero respirar entonces fue como tener la esperanza de morir. Saber de ti fue, entonces y brevemente, la confirmación de que era preferible no tener esperanzas realmente, cumplir a posteriori lo que había dicho al comenzar, quererte sin hacerme esperanzas. Con este texto entrego el símbolo de mi esperanza, el par de pendientes que quedaron cerca de mi vida, aquella noche en la que fue preferible no respirar.

Aún

Aun te quiero lo suficiente para dejarte,
Para volver a ver las nubes arremolinándose
Y no pensar que hay en ellas algo de belleza
Que comparten contigo cierta esencia

Aun te quiero lo suficiente para apartarme
Para creer que el atardecer en rojo de los últimos días
Sea un asunto insignificante para mi corazón
Si tú sabes que el cielo es un reflejo de nuestra alma

Aun te quiero lo suficiente para mentir
Y pensar que el corazón no hace parte de la voluntad
Si es que no tengo más voluntad que la de mi corazón
Ni más corazón que mi voluntad

Aun te quiero lo suficiente para enceguecer
Para no verte como la vida que le falta a mi vida
Si es que tu abrazo era el abrazo perfecto
Y hoy abrazaría hasta tus palabras

Aun te quiero lo suficiente para evitar la noche
Para hablar hacia ti como un extraño
Sabiendo del valor de las palabras
Que se dicen frente a las que no se dicen

La historia del hombre sin casa

La tristeza del hombre sin casa no se compara a la tristeza de la ausencia de la bailarina. El hombre sin casa sería un hombre cualquiera si no fuera cierto que conoció a la bailarina sin haberla visto bailar siquiera una vez. Su nombre lo aprendió con dificultad Siempre, al principio se entrecortaba el saludo dada la ausencia de su nombre para saludarla. Un día, de pronto, el hombre sin casa escribió su nombre y su teléfono junto al de otras personas que resultaron insignificantes para él. La bailarina mientras tanto debatía la prioridad de sus sentimientos frente a los sentimientos impropios de su compañero.

Este hombre sin casa a veces se ocultaba de los seres más importantes del universo; del sol, de las estrellas y de la bailarina. Sin embargo también aparecía de vez en cuando frente a ellos sin una forma precisa en busca de respuestas azules y transparentes.

Pero he ahí la escasez del azul ante el ruido de la luz, sobre todo cuando proviene de la bailarina. El hombre sin casa construye su casa con rayos de luz y hace de la mañana una estrategia contra el olvido.

El hombre sin casa tiene una serie de tristezas clasificadas, ordenadas, tanto como lo estaría su casa hecha de alegrías. Pero no se hacen casas con tristezas, se hacen casas con rayos de luz. El ritmo indescriptible e impredecible de la danza morena marca el tono de la luz. Cuánta luz habrá en las ventanas hechas de luz y en las paredes hechas de luz, si la luz no sabe bailar. Si el baile no conoce los tonos transparentes ni se arriesga en los azules; si la luz y el baile temen permanecer juntos hasta el nuevo día, hasta el día de lo nuevo.

El hombre sin casa ha prometido no interferir en los pasos recientes de la danza para que la bailarina no sintiera coartada su luz. Pero el hombre sin casa al hacer semejante promesa ha cortado sus manos, ha dejado la luz sin ventanas de luz y ha dejado a la bailarina sin verla bailar .

“¿Dónde bailarás esta noche eterna bailarina?” se pregunta en las oscuras calles en las que habita y habla el hombre sin casa. La historia de este hombre es una historia particular aunque parezca universal. Este hombre tuvo casa aun cuando conocía a la bailarina, sólo que un día este hombre sin casa, que no era un hombre sin sol ni estrellas, que no era un hombre sin días ni noches, sólo fue un hombre sin la bailarina.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Noviembre no

¿Acaso este dolor de noviembre persistirá?¿acaso no encontraré la manera de olvidar lo que pienso si ya ha pasado antes?. Cuántas cosas hice y pensé en hacer en tan poco tiempo, que ahora tendrán que esconderse en el mismo refugio al que tiene que marcharse mi corazón para que no muera y se transforme en un monstruo horrible. Actuar pese a las advertencias de inestabilidad conocidas y mal interpretadas. Actuar sin actuar, pensar a medias, sentir enteramente y confundir pensamientos con sentimientos. Enamorarse no es un pensamiento, es una acción junto a unos sentimientos, pero es la más extraña de las acciones pues técnicamente no se hace nada. Es sentir y pensar en términos equivocados, con direcciones contrapuestas, sí, y también están presentes las apuestas. Se apuesta a actuar y después pensar, a besar y después hablar, pero qué beso y qué vocablo pronunciado, qué acto y qué pensamiento. Ah sí, como una bola de nieve… pero no conozco más que la imagen creada acá donde no hay nieve. Es algo que empieza pequeño, pero cuyo poder total ya está establecido desde el principio, crecer y crecer a medida que aumenta la velocidad, y la distancia, como un imán al que todo se le pega y que le da más fuerza, cayendo, siempre cayendo hacia el pie de la montaña, supongo, porque en las tierras planas, ni modo, nada rueda. Hasta explotar al estrellarse contra el mundo por el que ha ido rodando. Esa es mi imagen de noviembre. Y pese a la bola de nieve que se autodestruye, ahí queda la montaña, ahí queda el resto de nieve, ahí quedan los principios del movimiento, ahí queda noviembre inamovible, de la memoria y de cada año. El próximo noviembre entonces quizá no tenga nada de especial. Quizá no haya entonces un adjetivo para nombrarlo así como había pensado nombrar al que acaba de pasar: espectacular, increíble, hermoso, delicado, sutil, inútil, extremo, hay muchos. Digamos de éste que fue inolvidable, pese a las bolas de nieve de su imaginación y de la mía. Hablo acá como si no hubiese personas involucradas. La primera persona y la segunda y también la tercera. Si hablo a la segunda le digo que aún no entiendo, que perdí las posibilidades de entender. Si hablo a la tercera entonces le pregunto por las razones para quererme sin quererme. La primera persona dice que entonces mejor que no me quiera. Hay que sacar este aire del pecho, así sea a punta de suspiros, pero habrá que preguntar quién lo llenó de aire, al menos para que queden claras las responsabilidades. No es una cuestión de culpables ni de una catástrofe material. Pero de ahí a que no afecte las motivaciones hay un gran paso. Conflicto de motivos, lo que sube como palma y baja como coco. Afuera hay más personas, quizá cuartas y quintas, pero la primera sólo quiere a la segunda. Ajá, he acá un punto importante ¿cómo es ese querer?.

Preguntas

Ahora, habiendo ocurrido lo que ocurrió me ha dado por hacerme preguntas, por ejemplo ¿cuando te busco, qué busco?, y sigo a la actitud interrogatoria detrás de otras definiciones como ¿qué es buscar? o qué significa la búsqueda ahora que tú existes y del modo como existes. Si acaso esta palabra adquirió un nuevo significado desde que tú la tocaste, como si hubiera empezado a ser dominada por una magia desconocida por ti y por mí, entonces qué me espera con las otras preguntas que están construidas con palabras que tú también tocaste, e inclusive pronunciaste. ¿Cuando te encuentro, qué encuentro? Son ciertas las palabras de la carta mágica, que se suponía era una carta como esa de los marinos que descubrían nuevos mundos que cambiaban el orden del universo y desterraban a los monstruos a los más profundos espacios de la imaginación, o son apenas una sublimación de las expectativas del hombre sin sentido que esperaba encontrarlo viendo en los ojos dulces de su compañera. ¿Cuando te veo, qué veo? Veo sin duda lo que quiero ver y esto en muchos sentidos. La vida cotidiana no nos permite ver lo que la vida no cotidiana nos reserva y que caminamos detrás de preguntas que son inválidas, o que no saben andar o que vienen de regreso muertas-de-susto por el contenido de sus respuestas o tristes por su ausencia, ¿acaso no sabe la vida cotidiana que hay otras vidas que quieren vivir? ¿Cuando te hablo, qué hablo? Qué digo? Estas palabras orientadas hacia ti por mi culpa parecen desorientadas en sí mismas. No mires mis palabras, fíjate que hacemos cosas extrañas cuando las vemos, como besarlas con los ojos. Cuántos temas pueden existir entre dos personas desconocidas y cuántos más entre dos personas que quieren conocerse. No hay una agenda precisa, no hay un límite en la noche que no pueda romperse o desestructurarse. Podemos no dormir, no hay cansancio que aliviar cuando tus palabras se han vuelto todo el alivio que necesito y cuando tus oídos están ahí prestos para escuchar mis historias del futuro en el que seremos más felices que ahora aun cuando no haya la más mínima premisa para que eso suceda. El carácter terapéutico de tus palabras que no se parecen a las palabras de nadie más, que parece que fueran pronunciadas por primera vez, que parece que cobraran vida de un momento a otro y para siempre con tu voz, me llevan a escucharte,¿Cuando te escucho, qué escucho? Podría dormir pero cada una de tus palabras trae un poco de antisueño. No te lo he dicho pero cada vez que hablamos o que escucho tu voz por alguna razón no me es fácil dormir. Es como si ellas quedaran encerradas en mis oídos y fueran cayendo lentamente hasta el fondo de mi alma. Este como si es desastroso.

Cuando te busco, busco esas palabras que crean el futuro que merece la pena vivirse. Son palabras que atemorizan también, porque son como truenos y no sé ni cómo ni hasta cuando estarán en tu boca o si volverán a estar. Tú tampoco lo sabes. No hay buenas razones para que vuelvan a estar. Eso es lo que no quiero encontrar cuando te encuentro, una ausencia, por eso ya no te busco como antes, pero que no te busque no quiere decir nada. Mis sentimientos hacia ti no están mediados por mi búsqueda. Esto es un avance porque a veces buscar es perseguir y no querer. Pero yo si te quiero y por eso me hago preguntas para saber que cuando te encuentre voy a encontrar lo que por años anduve buscando sin saber siquiera que estaba buscándote, he ahí que el universo no tiene muchas opciones aunque se reconstruya en cada encuentro de mundos. Eso es lo que encuentro cuando te encuentro, un nuevo universo, en el que puedo verte como si tú fueras la luz. Pero no vemos la luz, si no su fuente, y esto no muy a menudo sino que vemos el mundo iluminado. Cuando te veo, veo el mundo iluminado y confirmo que el color del día es el color de mi alma. Y eso que no te he dicho que he construido mi casa con tu luz. Y que si vinieras bailando a decirme al oído que ya no puedes quererme como yo quisiera entonces tengo que decirte, sabiendo ahora sí lo que hablo cuando te hablo, que escucho, cuando te escucho, el ritmo de tu voz y la melodía del universo que has creado sin que eso signifique que mi casa de luz se destruya o que se cierren sus puertas para ti.

Nov 11-08

Poder repetir sinceramente aquellos versos de Neruda que dicen: “los años de mi vida, yo los caminé buscándote”, es a mi parecer una experiencia gratificante. Pero no sólo eso, sino que dice mucho más con tan sólo fijarse un poco. Por ejemplo, ¿cuáles son los años de mi vida? Propiamente no somos propietarios de los años que vivimos, ni son nuestros años en el sentido que a veces usamos cuando decimos, “este sí es mi año” o “este sí fue mi año”. “Los años de mi vida” remiten al tiempo que hemos pasado buscando, desde siempre, desde pequeños hemos estado buscando y al fin encontramos, es a la vez el sentido y la realización de esa vida lo que encontramos. Esa búsqueda originaria, que da sentido a la vida cuando termina en el encuentro, es la que define propiamente el sentido de caminar y de vivir.
La vida es el camino de búsqueda profunda y acumulada en años, expuestos en el yo que camina, que busca, que vive. Pero lo anterior sólo evidencia un carácter del enamorarse. Este proceso, esta técnica, este dolor, este placer, este metódico artilugio de placer requiere ser construido, paso a paso, día a día, como se hace el camino, buscando allí y buscando allá, sin desesperar, sin creer que la vida no tiene sentido. Es que la mitad del sentido está en la búsqueda y la otra en lo buscado. Pero buscar es caminar, es vivir, y uno no vive si no va con sus manos construyendo, haciendo de las cosas y de las personas parte de esa vida que merece vivirse por años.
Vivir años en la búsqueda muestra que somos incompletos, que necesitamos más de lo que tenemos. ¿Y bueno, en últimas, qué es lo que tenemos? Tenemos años de búsqueda cuyo sentido sólo aparece completamente el día que se termina, el día del encuentro, el día en el que la frase recoge todos los sentimientos de quien busca y solamente dice que todo lo que anduve buscando, todo lo que me movió durante tanto tiempo (los años de mi vida), eso está representado en ti. Y entonces todas las expectativas de una vida de búsqueda y de una vida de caminos se cifran en ti. Y ese ti se vuelve tan profundo que sabe por sí mismo lo que representa y la atadura que no ata pero que no libera, que es el hecho de saberse el sentido de una vida y el objeto de tantos caminos de búsqueda.
Escogí ese pequeño verso para saber sí puede ser cierto y entonces está en tus manos que esas palabras tengan sentido. Puede que los anteriores y éste no hayan sido mis años, pero mis años si son tuyos ahora, porque yo venía buscándote, en cada esquina, en esos lugares que no son esquinas, entre quienes compran flores y entre quienes no compran, para que le dieras sentido a mi búsqueda. Todo lo que he vivido, que puede ser un breve resumen de mi vida, tiene sentido ahora que puedo tener todo el tiempo para contártelo, antes era simplemente un montón de recuerdos, que seguramente se perderían en mi memoria, así como se pierden los recuerdos de aquellos que pasan la vida buscando a otras y a otros y nunca los encuentran. De hecho, pierden la memoria porque no encuentran nunca para quien recordar. Yo recuerdo ahora cualquier cosa de mi pasado y de mi futuro y te las cuento con la leve esperanza de que tú les hayas dado el sentido que no tenían.
Considera que está mi infancia llena de hechos sin conexión, sin sentido alguno, tan aparentemente espontáneos, pero que llegas tú y entonces tiene sentido aquél día en el que aprendí a escribir o en el que supe que las flores no tenían por qué ser arrancadas si no existiera alguien para quien el hecho de arrancarlas de la planta y de llevarlas ante sus ojos tuviera sentido y le alegrara. Y hace poco creía que hablar debía tener más sentido que el mero hecho de permitir comunicarnos para cuestiones que podrían responderse o resolverse sin necesidad de hablar. Pero qué camino de búsqueda se puede resolver sin preguntar y sin responder. ¿Dónde está tu corazón? podría preguntar un incauto, e incautamente podría darse cuenta que esa respuesta no está en ninguna parte. Que tu corazón es un camino por el que voy preguntando, todos los años de mi vida y por el que voy dando respuestas, es la razón por la que nadie puede apoderarse de tu corazón, pues quién se apodera de un camino del que no se sabe de dónde viene ni a dónde va ni las razones por las que está ahí para ir a través de él preguntando, buscando, viviendo.
Y mi futuro se puede ir tranquilamente a vivir a tu corazón, de a poco, según lo vaya recordando, según como se le permita orientarse al entrar a tu casa, esas palabras que dan sentido a otras palabras, las mías. Mis años, no son más que palabras que puedo repetir y cuyo sentido no aparece hasta que tú les permites decir algo. El día que aprendí a dar abrazos, por ejemplo, no fue un día cualquiera, tú ya estabas presente. El día que aprendí que enamorarse no es algo espontáneo sino que requiere muchas palabras con sentido, también estabas presente. Y de qué tipo de presencia hablo cuando hablo de la tuya; pues del sentido que ahora das a una vida que apenas venía al encuentro de la tuya, sin saber apenas si te encontraría. Es la búsqueda más extraña de todas. Buscar en los caminos, como quien busca algo que nunca se ha perdido, es un hacer, un construir una sola cosa para ti. Enamorarse no es nada fácil. La experiencia de llenarse de motivos para hablar y actuar no es algo que se aprenda con tan sólo decir que se está enamorado y buscar como han actuado otros que se han enamorado antes que nosotros o inclusive los que se enamorarán después que nosotros. Enamorarse no es como amar, amar es saber que no se busca nada, que no se construye nada, sino que todo ya está ahí, encontrado y perfecto, sin necesidad del camino ni de caminar, ni de los años, ni del sentido. Apenas se siente. Y yo siento y es probable que sepa cómo amar. Pero si me preguntas que si sé como enamorarme de alguien, o si sé enamorarme de ti, tendrás como respuestas un par de nos.
Entonces, para que eso no pase, me pregunto si sabría enamorarme de ti y qué caso tendría, si los años de mi vida te he estado buscando, si vienes a darle sentido a mi vida y de paso a mis preguntas. Y ahora que estás presente y me pregunto si tendría razones para enamorarme de ti, entonces el camino de tu corazón me avisa que el amor no gusta mucho de razones y que enamorarse no es una conclusión a una serie de premisas, si no que es sobre todo poder decir, aun cuando las razones no sean claras: los años de mi vida, yo los caminé buscándote.