miércoles, 19 de agosto de 2009

Nov 11-08

Poder repetir sinceramente aquellos versos de Neruda que dicen: “los años de mi vida, yo los caminé buscándote”, es a mi parecer una experiencia gratificante. Pero no sólo eso, sino que dice mucho más con tan sólo fijarse un poco. Por ejemplo, ¿cuáles son los años de mi vida? Propiamente no somos propietarios de los años que vivimos, ni son nuestros años en el sentido que a veces usamos cuando decimos, “este sí es mi año” o “este sí fue mi año”. “Los años de mi vida” remiten al tiempo que hemos pasado buscando, desde siempre, desde pequeños hemos estado buscando y al fin encontramos, es a la vez el sentido y la realización de esa vida lo que encontramos. Esa búsqueda originaria, que da sentido a la vida cuando termina en el encuentro, es la que define propiamente el sentido de caminar y de vivir.
La vida es el camino de búsqueda profunda y acumulada en años, expuestos en el yo que camina, que busca, que vive. Pero lo anterior sólo evidencia un carácter del enamorarse. Este proceso, esta técnica, este dolor, este placer, este metódico artilugio de placer requiere ser construido, paso a paso, día a día, como se hace el camino, buscando allí y buscando allá, sin desesperar, sin creer que la vida no tiene sentido. Es que la mitad del sentido está en la búsqueda y la otra en lo buscado. Pero buscar es caminar, es vivir, y uno no vive si no va con sus manos construyendo, haciendo de las cosas y de las personas parte de esa vida que merece vivirse por años.
Vivir años en la búsqueda muestra que somos incompletos, que necesitamos más de lo que tenemos. ¿Y bueno, en últimas, qué es lo que tenemos? Tenemos años de búsqueda cuyo sentido sólo aparece completamente el día que se termina, el día del encuentro, el día en el que la frase recoge todos los sentimientos de quien busca y solamente dice que todo lo que anduve buscando, todo lo que me movió durante tanto tiempo (los años de mi vida), eso está representado en ti. Y entonces todas las expectativas de una vida de búsqueda y de una vida de caminos se cifran en ti. Y ese ti se vuelve tan profundo que sabe por sí mismo lo que representa y la atadura que no ata pero que no libera, que es el hecho de saberse el sentido de una vida y el objeto de tantos caminos de búsqueda.
Escogí ese pequeño verso para saber sí puede ser cierto y entonces está en tus manos que esas palabras tengan sentido. Puede que los anteriores y éste no hayan sido mis años, pero mis años si son tuyos ahora, porque yo venía buscándote, en cada esquina, en esos lugares que no son esquinas, entre quienes compran flores y entre quienes no compran, para que le dieras sentido a mi búsqueda. Todo lo que he vivido, que puede ser un breve resumen de mi vida, tiene sentido ahora que puedo tener todo el tiempo para contártelo, antes era simplemente un montón de recuerdos, que seguramente se perderían en mi memoria, así como se pierden los recuerdos de aquellos que pasan la vida buscando a otras y a otros y nunca los encuentran. De hecho, pierden la memoria porque no encuentran nunca para quien recordar. Yo recuerdo ahora cualquier cosa de mi pasado y de mi futuro y te las cuento con la leve esperanza de que tú les hayas dado el sentido que no tenían.
Considera que está mi infancia llena de hechos sin conexión, sin sentido alguno, tan aparentemente espontáneos, pero que llegas tú y entonces tiene sentido aquél día en el que aprendí a escribir o en el que supe que las flores no tenían por qué ser arrancadas si no existiera alguien para quien el hecho de arrancarlas de la planta y de llevarlas ante sus ojos tuviera sentido y le alegrara. Y hace poco creía que hablar debía tener más sentido que el mero hecho de permitir comunicarnos para cuestiones que podrían responderse o resolverse sin necesidad de hablar. Pero qué camino de búsqueda se puede resolver sin preguntar y sin responder. ¿Dónde está tu corazón? podría preguntar un incauto, e incautamente podría darse cuenta que esa respuesta no está en ninguna parte. Que tu corazón es un camino por el que voy preguntando, todos los años de mi vida y por el que voy dando respuestas, es la razón por la que nadie puede apoderarse de tu corazón, pues quién se apodera de un camino del que no se sabe de dónde viene ni a dónde va ni las razones por las que está ahí para ir a través de él preguntando, buscando, viviendo.
Y mi futuro se puede ir tranquilamente a vivir a tu corazón, de a poco, según lo vaya recordando, según como se le permita orientarse al entrar a tu casa, esas palabras que dan sentido a otras palabras, las mías. Mis años, no son más que palabras que puedo repetir y cuyo sentido no aparece hasta que tú les permites decir algo. El día que aprendí a dar abrazos, por ejemplo, no fue un día cualquiera, tú ya estabas presente. El día que aprendí que enamorarse no es algo espontáneo sino que requiere muchas palabras con sentido, también estabas presente. Y de qué tipo de presencia hablo cuando hablo de la tuya; pues del sentido que ahora das a una vida que apenas venía al encuentro de la tuya, sin saber apenas si te encontraría. Es la búsqueda más extraña de todas. Buscar en los caminos, como quien busca algo que nunca se ha perdido, es un hacer, un construir una sola cosa para ti. Enamorarse no es nada fácil. La experiencia de llenarse de motivos para hablar y actuar no es algo que se aprenda con tan sólo decir que se está enamorado y buscar como han actuado otros que se han enamorado antes que nosotros o inclusive los que se enamorarán después que nosotros. Enamorarse no es como amar, amar es saber que no se busca nada, que no se construye nada, sino que todo ya está ahí, encontrado y perfecto, sin necesidad del camino ni de caminar, ni de los años, ni del sentido. Apenas se siente. Y yo siento y es probable que sepa cómo amar. Pero si me preguntas que si sé como enamorarme de alguien, o si sé enamorarme de ti, tendrás como respuestas un par de nos.
Entonces, para que eso no pase, me pregunto si sabría enamorarme de ti y qué caso tendría, si los años de mi vida te he estado buscando, si vienes a darle sentido a mi vida y de paso a mis preguntas. Y ahora que estás presente y me pregunto si tendría razones para enamorarme de ti, entonces el camino de tu corazón me avisa que el amor no gusta mucho de razones y que enamorarse no es una conclusión a una serie de premisas, si no que es sobre todo poder decir, aun cuando las razones no sean claras: los años de mi vida, yo los caminé buscándote.

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