lunes, 16 de noviembre de 2009

La historia del hombre sin casa

La tristeza del hombre sin casa no se compara a la tristeza de la ausencia de la bailarina. El hombre sin casa sería un hombre cualquiera si no fuera cierto que conoció a la bailarina sin haberla visto bailar siquiera una vez. Su nombre lo aprendió con dificultad Siempre, al principio se entrecortaba el saludo dada la ausencia de su nombre para saludarla. Un día, de pronto, el hombre sin casa escribió su nombre y su teléfono junto al de otras personas que resultaron insignificantes para él. La bailarina mientras tanto debatía la prioridad de sus sentimientos frente a los sentimientos impropios de su compañero.

Este hombre sin casa a veces se ocultaba de los seres más importantes del universo; del sol, de las estrellas y de la bailarina. Sin embargo también aparecía de vez en cuando frente a ellos sin una forma precisa en busca de respuestas azules y transparentes.

Pero he ahí la escasez del azul ante el ruido de la luz, sobre todo cuando proviene de la bailarina. El hombre sin casa construye su casa con rayos de luz y hace de la mañana una estrategia contra el olvido.

El hombre sin casa tiene una serie de tristezas clasificadas, ordenadas, tanto como lo estaría su casa hecha de alegrías. Pero no se hacen casas con tristezas, se hacen casas con rayos de luz. El ritmo indescriptible e impredecible de la danza morena marca el tono de la luz. Cuánta luz habrá en las ventanas hechas de luz y en las paredes hechas de luz, si la luz no sabe bailar. Si el baile no conoce los tonos transparentes ni se arriesga en los azules; si la luz y el baile temen permanecer juntos hasta el nuevo día, hasta el día de lo nuevo.

El hombre sin casa ha prometido no interferir en los pasos recientes de la danza para que la bailarina no sintiera coartada su luz. Pero el hombre sin casa al hacer semejante promesa ha cortado sus manos, ha dejado la luz sin ventanas de luz y ha dejado a la bailarina sin verla bailar .

“¿Dónde bailarás esta noche eterna bailarina?” se pregunta en las oscuras calles en las que habita y habla el hombre sin casa. La historia de este hombre es una historia particular aunque parezca universal. Este hombre tuvo casa aun cuando conocía a la bailarina, sólo que un día este hombre sin casa, que no era un hombre sin sol ni estrellas, que no era un hombre sin días ni noches, sólo fue un hombre sin la bailarina.

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