lunes, 16 de noviembre de 2009

Nov 21

Las cosas que sé de ti y las que no sé participan de un cóctel exquisito. Sé, por ejemplo, que bailas, pero no sé cómo bailas ni por qué bailas, ni para quien… Se tu primer nombre, pero no sé si tienes otro, si lo usas, si te gusta, no sé si te llamas Sandra Luna, o Sandra Estrella, o Sandra ternura, que seguro lo eres. Apenas sé una parte de tu historia y eso está bien… pienso que si te conociera mucho, no podría por ejemplo preguntarte la historia de tus manos, ni la historia de tu ombligo. Qué interesante resulta saber de tu ombligo, de donde vino por ejemplo y porque se sitúo donde se sitúo, por qué no se fue, por qué permanece, qué opina de ti y qué opina de mí. Saber la historia de tus labios no es saber a quién han besado antes o a quien besarán después, sino saber cómo besan, besarte.

Saber dónde vives es apenas tan interesante como saber de tu relación con la madrugada y el aroma de flores que sin serlo se hacen llamar agapantos. Saber cómo caminas resulta fundamental para entender por qué no has hallado el camino a mi corazón. Recordar la forma de tu boca me ayuda a saber qué ha sido de tu silencio en los últimos días, hasta dónde alcanzará semejante disidencia, y si seré o no capaz de enfrentar la osadía de la tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario