martes, 19 de abril de 2011

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Hoy estuve despierto hasta la una de la mañana para ver si de pronto me llamabas nuevamente. Se me ocurren tantas cosas cuando me despiertas o me alertas a la hora más inesperada que no logro recordarlas todas a esta hora en que vuelvo a escribirte, pero sé que se condensan en éstas. Me gustaría escribirte una carta que cada vez sea tu preferida, también me gustaría, verte más de una vez. Leo las cartas a Milena de Kafka para darme cuenta de la primera palabra y la segunda y la última. En este caso empiezan a aparecer todas las que no te he dicho en estos dos largos meses de no verte y de hablarte interrumpidamente. Por ejemplo, ya no tengo claridad respecto a tu estatura ni respecto a si tu cabello iba largo o muy largo, así como tampoco logro poner en orden las palabras que usaré la próxima vez que te encuentre, como si por el camino se me fueran desordenando, y zas, cuando te encuentre ya no sepa ni saludarte. Imagino con frecuencia, semejante evento, y en una pequeña fantasía, quizá producto de no usar mis nuevas gafas, he empezado a verte entre la otra gente.

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