sábado, 9 de enero de 2010

Algunas cosas

Hay algunas cosas que definitivamente no vuelven a estar juntas pese a reencontrarse. En el principio cuando sólo existía el mar y la oscuridad, no valía la pena decir qué es cada cosa. Pero apareció la tierra en el corazón y se hizo la luz. Y entonces se separó el mar y la noche, en el rincón silencioso y nostálgico de los atardeceres que hacen doler el alma y hasta los huesos, de la luz y la tierra. Y los primeros quedaron destinados a una cosa y los segundos a otra. Y aunque la luz se encuentre con la noche en el filo del mar, y aunque la tierra se encuentre con el mar en el filo de los crepúsculos, una decisión ha sido tomada, nunca volverán a estar juntos aunque paseen por miles de kilómetros de playa y durante miles de anocheceres y amaneceres. La primavera y el otoño por ejemplo, siempre cerca, siempre visitan el mismo territorio, siempre dejan marcas para que el otro las vea, pero nunca más juntos, tan separados que ya nadie cree que alguna vez estuvieron juntos.

Esta es la última parte de una correspondencia. Quien escribe una carta o deshace un pedazo de papel para convertirlo en mensaje ya nunca volverá a estar con las palabras que escribe así se reencuentre con ellas para leerlas. En este caso triste se toma una decisión cruel como sólo pocas cosas en la luz, se expresa una condición: si hay más palabras entre nosotros esas palabras no dirán nada.

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