sábado, 9 de enero de 2010

Pienso que bailas

El día que re-leas esta carta, un día lejano, no si la lees hoy o mañana nuevamente, sino otro día del futuro, sabrás por qué te quiero hoy. No se puede decir simplemente: “te quiero por ésta y aquellas razones”. Cuan sencillo sería el mundo si pudiera decirte que te quiero porque estás viva y eso es garantía de que el mundo no sea un lugar aborrecible. Cuan sencillas serían las cosas si pudiera quererte simplemente sin escribirte cosas, bueno, palabras, cada entonces, como lo hacen muchas personas que apenas usan las palabras en ocasiones especiales. Pero este no es un amor sencillo. No es sencillo porque no eres sencilla ni yo lo soy. Tengo un millón de nudos que se anudan y se desanudan y vuelven a anudarse, y aunque eso es sencillo trato de poner acá, en palabras más palabras menos, lo que hará que releas esta carta en un año y en mil años.
Te quiero porque encuentro una línea de arte que pasa por tu cuerpo. Y esto puede decirse de todas las mujeres que danzan, pero lo digo sólo de ti aún si haberte visto bailar no significa que entienda todo esto. Vives el arte en cada parte de tu cuerpo y eso te hace parte del arte pues un brazo y un pie pueden deshacer el mundo y reinterpretarlo. Pienso que bailas y que el mundo cambia por ello, que nada sigue igual en el universo después de cada acto, después de cada paso, y que cada paso te acerca más al arte, pese a que cada paso es ya, en sí, también, un poco de arte. Eres como la danza cuando pienso que bailas. La emoción del movimiento y el moverse confluyen en tu piel. Pero no te quiero como una obra de arte, porque eres la artista, la artista que deviene arte a través de sus pasos. Y pienso que bailas y no sólo eso, sino que ese espíritu de arte permanece en tu caminar cotidiano. Pienso que ya incorporado el arte en tu sangre cada cosa que se mueve junto a ti se inspira de estética danzante, y se mueve como si les dieras vida. Y esto que me ha pasado no ha sido más que uno de tus pasos, y apenas lo comprendo.
Cuando bailas no sólo hay movimiento sino principalmente lenguaje, un lenguaje que no es capaz de articularse en palabras, y he ahí la dificultad de opinar sobre lo que expresas, pues viene desde tu cuerpo una imagen, como si fuera tu alma la que enviara un mensaje en cada movimiento que sólo se puede sentir, que sólo puede emocionarnos, movernos, pero que nos impide describir su esencia efímera. Cuando bailas se acaba mi capacidad interpretativa. Empieza a suspenderse y se suspende mi capacidad explicativa. Y esto porque el baile es anterior, es primero antropológicamente, nos dice que el cuerpo humano está diseñado gracias a estos patrones estéticos. Y la poesía no te alcanza. Las palabras apenas se te acercan y no alcanzan a tocarte porque salen contagiadas de la poesía de tu baile.

“El amor es bailar” dijo un cantante. Eres entonces como el amor. El amor se comporta como el arte. Pero al amar entonces te encuentro diferente y pienso que bailas. ¿Amas al bailar?, o ¿se equivocó ese cantante? Pienso que bailas pero que a veces eso no tiene nada que ver con el amor. Pienso que amas y que a veces eso no tiene que ver con el baile. Esta carta tiene la clara intención de que la releas, me pregunto si hay algo en ella que valga la pena de que la releas en diez o cien años. Salvo estas palabras incómodas, porque imagino tu sensación al leerlas no hay nada más acá.

Y bueno, no resulta sencillo decir que te quiero por ésta y aquellas razones. Pues si te quiero porque bailas, sería como un ciego, hay miles que bailan, y tal vez de algunas mujeres se puedan decir cosas parecidas. Entonces tengo que decir cuáles son aquellas razones por las que te quiero aunque no sea tan sencillo. El mundo no es un lugar aborrecible desde que tú bailas. Pero el mundo no es una buena razón para quererte. Te quiero por ejemplo porque puedo acompañarte, desde la calle hasta tu casa, desde la casa hasta tu calle, desde anoche hasta hoy y desde esta tarde hasta esta noche. Te quiero por ejemplo por tu sonrisa y tu mirada, por tu estupor y tu fuerza, porque tu belleza vivió conmigo, respiró junto a mí, tomó café y se fue. Te quiero sin ejemplo, porque pese a todas las razones para no quererte, para no entenderte, para olvidarte, para saber que no me haces falta, de vez en cuando una fuerza me obliga a escribirte cosas como ésta. Parece que te quiero, pero sólo lo escribo, y pienso que bailas.

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