sábado, 20 de marzo de 2010

Cae la tarde

Cae la tarde como apenas otras cosas saben caer, sobre mi alma maltratada, sobre las casas tristes, tristes por estar deshabitadas de ti, tristes por ya no verte. Pude no quererte, no fue el azar sino la voluntad, no fueron las circunstancias sino mi corazón. Pude no quererte, no era la soledad quien reinaba, no era el silencio ni la noche sino tu presencia. Pude no quererte, pude impedir que nacieran esperanzas como flores de un día. Pude espantar esa primavera como antes se espantaban las brujas. Pude espantar esos pájaros que picotearon mi alma pero no hubo capacidad ni voluntad. Pude no quererte, pero lo supe apenas después de hacerlo. Nadie que esté dormido puede querer no despertar y tener la fuerza para hacerlo. Pero no fue un sueño, tus palabras lo confirmaron.
Cayó la noche junto a los demás que cayeron, inocentes, víctimas del silencio, víctimas de la palabra incompleta. Pero yo no quiero más caídos, no volveré a la casa donde conocí tus labios, ni te esperaré más, en aquella ventana. De hecho en ninguna ventana, y es bueno que todas las casas se deshabiten de ti, se desintoxiquen. Que la tarde se levante y que no reinen tus palabras porque ni eres reina ni estás presente.

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