sábado, 20 de marzo de 2010

¿Ves que una palabra tuya basta?

Aun hoy una palabra tuya basta para hacerme feliz, para sacarme del mundo al que fui arrojado y elevarme a las nubes azul cromo de la esperanza. Una palabra tuya reconstruye y devuelve el aliento a la pronunciación, desempaña la imaginación y trae noticias de tu alma. Sé que mis brazos si tienen la medida adecuada para abrazarte, lo supe el día que te devolví los pendientes. No lo hice como había prometido, pues no fue ese día de marzo el día que dejaste de hacerme falta, sino que puse en mis manos la tarea de no hacerme esperanzas contigo. No amanecerá contigo nuevamente, ni mi voz adquiría ese acento de diapasón otra vez. Fue breve, y han quedado muchas palabras.
Pero faltan tantas palabras entre nosotros que espero tener momentos como palabras para hablar contigo. Faltan sin duda la primera y la última explicación, el argumento del silencio y la respuesta de la ausencia, la historia de mis pies desde el último paso que dimos juntos, si es que dimos ese paso y el relato triste de mi cabeza distraída que dejó que te fueras, como si en este asunto valiera la palabra libertad.
Qué bonita es la palabra adecuada. Libertad fue mi palabra. Pero no fue la palabra adecuada.

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