sábado, 20 de marzo de 2010

¿Y dónde es que está la gente feliz?

¿Y dónde es que está la gente feliz? La que no pierde, la que puede esperar al día próximo sin intranquilidad. ¿Dónde se hospedan quienes habitan cerca de la felicidad? ¿A qué le temen los valientes? ¿Por qué la felicidad no se distribuye de acuerdo a los niveles de tristeza? ¿Qué se necesita para hacer parte del selecto club de la gente feliz? No basta la sonrisa, ni la liquidez, no basta la experiencia feliz, ni la memoria.

¿Dónde está la gente que puede querer sin temer ser derrotado por el silencio? Porque querer es hablar, es decir, es que la voluntad dance con las palabras, que las palabras acojan esa forma de corazón que no intimida. ¿Dónde vive la gente feliz? ¿De qué material han construido su casa si aún el acero deja pasar la tristeza como un fantasma, como una ausencia? ¿Cómo hicieron para ahuyentar ese monstruo que se disfraza de felicidad? ¿De dónde sacaron la valentía para arrancarle la piel a esta fecha y saber que ahí, debajo de la piel no estaba el demonio de la tristeza?

Pues yo no sé cómo, ni conozco a esa gente feliz. Sólo veo gente que busca incansablemente, como si la felicidad fuera posible, cómo si no fueran tristezas desmovilizadas. Sabes que estaré ahí, a este lado junto con las tristezas de mi alma. El alma es una colección de tristezas, por esos a los tristes les duele el alma, pero a los felices nunca les duele, ni sienten su presencia, porque el alma no está hecha de felicidades. Pero no tomes esto a mal. No es necesario que te sientas culpable aunque lo seas. Muchos culpables se sienten inocentes. Pero no hay penas en este caso para quien hace el daño, sólo para quien lo padece. No rompiste nada, no robaste nada, sólo añadiste una tristeza más a la lista de las que hay en mi alma.
Dejaste un hueco inmenso que se ha ido llenando con tu silencio. Ese es el material con el que se construye la tristeza, con el que el victimario hace víctimas.

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